Fuimos pues, de uno a otro: el batzoki, luego la bodeguilla Butrón, más tarde el Saloi... sin resultado. Como estábamos cerca lo intentamos en el Urruti, que alguna vez habíamos dicho que debíamos ir pero que siempre nos pillaba a desmano... Allí fuimos, ya sin mucha esperanza pero... ¡estaba abierto!.
Una vez sentados y tras ver la carta (extensa y no cara hay que hacer notar) nos decidimos por huevos fritos, en casi todas sus variedades y unas croquetas ( caseras, con una masa muy fina y tropiezos "de verdad"). Los platos además de ricos fueron francamente grandes. La relación calidad /cantidad / precio parece la mejor de todas.
Aunque pueda pillar "a desmano" merece la pena dar una vuelta por allí.
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